“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él.”
(Juan 14:21)
En el libro de los Hechos, en su capítulo 9, vimos cómo Jesucristo se le aparece milagrosamente a Saulo y lo transforma de perseguidor a predicador. Vemos también el inicio de su formación en la escuela del sufrimiento, y cómo es transformado a través del mismo. Cabe resaltar que el sufrimiento y las pruebas forman parte del propósito de Dios en la vida de sus hijos.
En las porciones de Hechos 11 y 13 tratadas en el pasado programa, se evidencia cómo el trabajo en equipo es usado por Dios para glorificarse en nuestras vidas. Como consecuencia de la muerte de Esteban se inició una gran persecución, y muchos se esparcieron llegando hasta fenicia, Chipre y Antioquía, llevando la palabra solo a los judíos. Pero cuando algunos de Chipre y de Cirene llegaron a Antioquía, compartieron la Palabra también a los griegos, y les predicaban al Señor Jesús. Esto trajo un gran avivamiento: “Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número que creyó se convirtió al Señor” (Hch 11:21). Tan grande fue dicho avivamiento, que lo supo la iglesia de Jerusalén, y ante esto, enviaron a Bernabé hasta Antioquía para constatar la veracidad de dichos acontecimientos (vv22- 24). Como era de esperarse, esta iglesia, al estar viviendo este gran avivamiento, y muchos venían al arrepentimiento, se presentaron grandes necesidades, ya que no tenían el conocimiento de las Escrituras y les era necesario ser instruidos en ellas. Además, había que formarles para que renovasen sus mentes, y ser apartados de la cultura corrupta, inmoral, decadente y desenfrenada que caracterizaba a Antioquía. Es justamente ahí donde Bernabé ve la necesidad urgente de ayuda, y decide ir a buscar a Pablo que estaba en Tarso y lo trae a Antioquía. Se reunieron con la iglesia por todo un año, enseñando a multitudes; es justamente aquí que los discípulos son llamados cristianos (seguidores de Cristo) por primera vez. Aparentemente a algunos en la ciudad no les gustaba esta efervescencia en la fe, y les llamaron así de manera despectiva (Hch 11: 24-26). Sin embargo, mientras el evangelio es proclamado, la iglesia de Dios es fortalecida.
Entones es aquí donde vemos a Bernabé y a Pablo trabajando en equipo, complementándose; y me gozo, porque ambos, con sus dones y talentos, son usados por Dios en unanimidad.
Pablo:
- Era un judío de Tarso.
- Era un intelectual.
- Había sido entrenado en Jerusalén por un erudito en las
Escrituras y la lógica. (Hch 22:3).
- Tenía una firmeza admirable y determinación por cumplir con
la gran comisión.
- Se desarrollaba con los más intelectuales.
Bernabé:
- Era un gentil de Chipre.
- Entendía muy bien la cultura de la zona.
-Era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. (Hch 11: 24ª).
- Era experto en dar ánimo, alentar, dar fuerza; y lleno de amor para los demás. (Hch 11:23b).
- Era compasivo y conectaba fácilmente con los menos apreciados y maltratados.
Hay tres principios que Cathy y Aileen señalan en el programa, que me gustaría recordarlos:
1.
La obra
es del Señor, y Sus planes siempre van más allá de nuestro entendimiento. Éstos
sobreviven a los líderes; por eso es vital que trabajemos junto con el
cuerpo de la iglesia, para que seamos el legado de la próxima generación.
2.
Dios
utiliza y equipa a quien Él llama. Pero
es vital reconocer la necesidad de los unos a los otros, pues nadie es perfecto,
y es por ello que los siervos trabajan en equipo. Así aprenden a desarrollar el
fruto del Espíritu Santo, a crecer en humildad, a caminar en santidad, a
trabajar aceptando a los demás,
tolerándose; obviando las diferencias de cada uno.
3. Dios es quien elige, no solamente a las personas, sino también a donde Él quiere enviarlas. Debemos aceptar su Soberanía y estar dispuestas a acatar su voluntad, en obediencia a su mandato.
Desde Hechos 13 al 15 queda registrado el primer viaje de Pablo y su compañero Bernabé, teniendo como ayudante a Juan Marcos (Hch 13:5b). Estas historias resaltan el poder de la oración y el trabajo del Espíritu Santo, quien los apartó y llamó para su gran obra misionera. Luego de haber ayunado, orado y haberles impuesto las manos, fueron enviados por sus líderes de la iglesia de Antioquía (Hch 13:1-3). .
En Pafos, el equipo de Pablo enfrenta oposición de parte de
Elimas, pero eso no detiene la obra del evangelio en salvar al procónsul, un
hombre llamado Sergio Paulo. En Antioquía de Pisidia, Pablo resume el mensaje
del evangelio como el cumplimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento (Hch 13:16-41). Muchos judíos
creen, pero otros, al ver luego la muchedumbre reunida para oír la
Palabra del Señor, se llenaron de celos, contradiciéndoles y expulsándoles
de su distrito. A pesar de esta persecución, Pablo y Bernabé enseñan claramente y con valor, que la salvación está
siendo extendida a los gentiles; y es allí cuando toman la decisión de volverse completamente a ellos, en
cumplimiento del llamado del Señor (Hch
13:44-47). Mientras tanto, los gentiles estaban llenos de regocijo, “glorificaban la Palabra del Señor; y
creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna” (V.48). Pablo y Bernabé
liberados de toda responsabilidad para con los judíos, “sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio. Y
los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Vv.
51-52).
Vemos que el trabajo como equipo, de Pablo y Bernabé, fue
intenso, desafiante y demandante. Les exigía dar todo o nada por el servicio de
Cristo. Y nunca en ellos vimos una actitud de “estamos muy ocupados,” al contrario, siempre estaban prestos para
hablar a los demás acerca de su Salvador. Esto nos deja un gran ejemplo a
imitar. Oremos al Padre para que nos dé fortaleza de carácter y madurez en la
fe, para enfrentar las cosas que vendrán.
Ya hemos visto precisamente, esta falta en Juan Marcos, ayudante de Pablo y
Bernabé, quien carecía de estas cosas, y
los abandonó en Panfilia durante el primer viaje misionero, regresándose a Jerusalén (Hch 13:13b). Este hecho trajo más
tarde, controversia entre Pablo y
Bernabé; su unidad se vio resquebrajada
cuando Pablo decide reiniciar el
recorrido por las ciudades ya visitadas y Bernabé quiso traer de nuevo con
ellos a Juan Marcos, y Pablo no aceptó. Fue tan grande el desacuerdo “que
se separaron el uno delo otro, y
Bernabé tomó consigo a Marcos y se
embarcó rumbo a Chipre. Mas Pablo escogió a Silas y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor” (Hch
15: 36-40).
Esto nos demuestra que servir a Dios no nos garantiza que siempre el
trabajo será glamoroso, expuesto o seguro. Pablo y Bernabé enfrentaron
situaciones difíciles, en donde su fe fue probada. Ellos tenían una vida de obediencia y dedicación a Dios; esto
no comenzaba con el llamado, esto era un resultado de buscar Su rostro en lo
poco, para que sus corazones fueran
equipados para los grandes retos.
Pablo tuvo una inquebrantable
entrega a la proclamación de la Verdad, a pesar del cansancio, los
peligros y las asechanzas. Se mantuvo enfocado en la meta final, en donde Jesús
estaba esperándolo, y esto nos deja un gran ejemplo. Su amor por el Señor se
tradujo en una obediencia y entrega
total. Él caminó y vivió guardando el mandamiento, saboreando la promesa
dada: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que
me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré
a él” (Jn 14: 21).
Hermanas, no se trata de nosotras, sino de Dios. Jesús es el protagonista y debemos procurar
levantar Su Nombre en alto; Su Palabra
es la Verdad absoluta.
Dios les guarde sin
caída,
Katerine Genao.
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