... Continuando nuestro artículo anterior.
Moisés:
1. Es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, pero como todo ser humano, con naturaleza pecaminosa. (Génesis 1:26; Génesis 3; Romano 3:23; 5:12).
2. Es llamado por Dios para llevar a cabo la gran misión de libertar a su pueblo esclavo en Egipto (Éxodo 3:10).
3. Rescata al pueblo judío de la esclavitud física para llevarlos “a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” (Éxodo 3 8b).
4. Compasivo e intercesor terrenal ante Dios por el pueblo (Deuteronomio 9:18-19; Número 12:13; 21:7; 27:15-17).
5. Es el profeta de la ley, la cual le fue dada por Dios para regir la vida de los israelitas en lo legal, moral y ceremonial. (Juan 1:17a; Éxodo 20:1-17). También se les llama a los 5 libros de Moisés (la Torá o el pentateuco). Esta ley muestra al hombre su pecaminosidad; había que cumplirla por completo para vencer el pecado, lo cual es imposible en nuestras propias fuerzas; es por eso que se necesita un Salvador, que lo hiciera en nuestro lugar. Esta apuntaba a Cristo, estando la fe de por medio (Gálatas 3:24).
6. Fue fiel como siervo en toda la casa de Dios, “para testimonio de lo que se iba a decir más tarde” sobre el Mesías que vendría. Todo apuntaba a Cristo. Aunque Moisés era profeta, habló al pueblo sobre “el Profeta”, como él que vendría y que sería levantado por Dios, y a quien debían oír, y si no, se les pediría cuenta (Deuteronomio 18:15-19). Esto se cumplió en los tiempos de Jes, cuando inquirían si Juan el Bautista era “el Profeta” (Juan 1:19). También la mujer samaritana con Jesús (Juan 4:19). Cuando alimentó a los 5 mil (Juan 6:14). Cuando hizo la gran invitación el último día de la fiesta (Juan 7:37-40).
7. Erigió el Tabernáculo, siguiendo el modelo dado por Dios, que era “copia y sombra de las cosas celestiales”, donde se manifestaría la presencia de Dios (Éxodo 25:8-9; 40:1, 16; Hechos 8:5).
8. Fue también poderoso en prodigios y señales mientras cumplía su ministerio aquí en la tierra antes de liberar al pueblo; todo lo que tuvo que hacer bajo el poder de Dios, y luego los 40 años de peregrinar por el desierto, pero ya eso terminó al llenar los propósitos de Dios. La Palabra dice que “desde entonces no ha vuelto a surgir un profeta como Moisés, a quien el SEÑOR conocía cara a cara,” y por todas las señales y prodigios que le mandó a hacer contra Faraón, sus siervos y su tierra (Deuteronomio 34:10-12).
9. Fue un hombre manso, “más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra” (Números 12:3). Caminó en fidelidad al Señor, pero el día que se alteró por la presión del pueblo, que murmuraba y se quejaba al pedirle agua, no hizo como Dios le mandó, que hablara a la peña, pero él la golpeó; la peña le dio el agua, pero esta desobediencia le trajo consecuencia: No se le permitió entrar al pueblo a la tierra prometida, solo mirarla de lejos. El SEÑOR determinó darle muerte y Él mismo lo enterró “en el valle, en la tierra de Moab” (Números 20:7-13; Deuteronomio 32:48-52; 34:1-6).
10. Es reconocido por su fe en la Galería de Hebreos 11:23-29). El pueblo judío estaba obligado a obedecer a Moisés.
El pueblo fue rebelde e ingrato en contra del liderazgo de ambos siervos. La generación que se rebeló contra Moisés murió en el desierto por su falta de fe (Números 14:1-35). Vimos también que, ante la incredulidad y el rechazo de su pueblo, JESÚS lloró sobre Jerusalén, se lamentó y profetizó la destrucción del templo y de la ciudad. Esto se cumplió durante el asedio de Jerusalén por Tito el general romano en el año 70. (Lucas 19:41-44; Mateo 24:1-2).
Es evidente cómo en el versículo 6, el autor de Hebreos nos advierte que debemos tener cuidado de no dar cabida en nuestros corazones a la incredulidad, de tal suerte que nos mantengamos firmes en la fe que tenemos en nuestro Dios. Y esto me lleva al texto que estamos tomando como referencia de 1 Samuel 15:22: "Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros".
Dios nos muestra en Su Palabra que la humilde, sencilla y concienzuda obediencia a la voluntad de Dios le es más agradable y aceptable que todos los holocaustos y sacrificios. Ninguna cosa provoca a Dios tanto como la desobediencia, al poner nuestra voluntad en oposición a la suya. Vivir en desobediencia al verdadero Dios es equivalente a servir a otros dioses.
Fue la desobediencia lo que nos constituyó pecadores a todos (Romanos 5:19) y enemigos de Dios (Romanos 8:7). Por eso esto me lleva a meditar en la siguiente pregunta: ¿Evidencia nuestra obediencia nuestra confianza en el Señor?
El pueblo de Israel, en su travesía a través del desierto hacia la tierra prometida, dirigido por Moisés, cometió diversos pecados contra Dios; uno de ellos fue la queja constante contra el propio Moisés, la que a su vez era el reflejo de su incredulidad en el Dios que lo había puesto como su líder. Esto lo llevó a desconfiar. El pueblo no perdió su salvación, sino que nunca la tuvo. Nosotras como creyentes no podemos perder nuestra salvación; sin embargo, si podemos caer en pecado y apartarnos de Dios.
Así que, sigamos estudiando, profundizando y aplicando Su Palabra en nuestras vidas y procurando a toda costa vivir vidas sometidas a Él en obediencia, para que nuestra confianza esté siempre puesta en Él sin importar la condición.
Moisés:
1. Es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, pero como todo ser humano, con naturaleza pecaminosa. (Génesis 1:26; Génesis 3; Romano 3:23; 5:12).
2. Es llamado por Dios para llevar a cabo la gran misión de libertar a su pueblo esclavo en Egipto (Éxodo 3:10).
3. Rescata al pueblo judío de la esclavitud física para llevarlos “a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” (Éxodo 3 8b).
4. Compasivo e intercesor terrenal ante Dios por el pueblo (Deuteronomio 9:18-19; Número 12:13; 21:7; 27:15-17).
5. Es el profeta de la ley, la cual le fue dada por Dios para regir la vida de los israelitas en lo legal, moral y ceremonial. (Juan 1:17a; Éxodo 20:1-17). También se les llama a los 5 libros de Moisés (la Torá o el pentateuco). Esta ley muestra al hombre su pecaminosidad; había que cumplirla por completo para vencer el pecado, lo cual es imposible en nuestras propias fuerzas; es por eso que se necesita un Salvador, que lo hiciera en nuestro lugar. Esta apuntaba a Cristo, estando la fe de por medio (Gálatas 3:24).
6. Fue fiel como siervo en toda la casa de Dios, “para testimonio de lo que se iba a decir más tarde” sobre el Mesías que vendría. Todo apuntaba a Cristo. Aunque Moisés era profeta, habló al pueblo sobre “el Profeta”, como él que vendría y que sería levantado por Dios, y a quien debían oír, y si no, se les pediría cuenta (Deuteronomio 18:15-19). Esto se cumplió en los tiempos de Jes, cuando inquirían si Juan el Bautista era “el Profeta” (Juan 1:19). También la mujer samaritana con Jesús (Juan 4:19). Cuando alimentó a los 5 mil (Juan 6:14). Cuando hizo la gran invitación el último día de la fiesta (Juan 7:37-40).
7. Erigió el Tabernáculo, siguiendo el modelo dado por Dios, que era “copia y sombra de las cosas celestiales”, donde se manifestaría la presencia de Dios (Éxodo 25:8-9; 40:1, 16; Hechos 8:5).
8. Fue también poderoso en prodigios y señales mientras cumplía su ministerio aquí en la tierra antes de liberar al pueblo; todo lo que tuvo que hacer bajo el poder de Dios, y luego los 40 años de peregrinar por el desierto, pero ya eso terminó al llenar los propósitos de Dios. La Palabra dice que “desde entonces no ha vuelto a surgir un profeta como Moisés, a quien el SEÑOR conocía cara a cara,” y por todas las señales y prodigios que le mandó a hacer contra Faraón, sus siervos y su tierra (Deuteronomio 34:10-12).
9. Fue un hombre manso, “más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra” (Números 12:3). Caminó en fidelidad al Señor, pero el día que se alteró por la presión del pueblo, que murmuraba y se quejaba al pedirle agua, no hizo como Dios le mandó, que hablara a la peña, pero él la golpeó; la peña le dio el agua, pero esta desobediencia le trajo consecuencia: No se le permitió entrar al pueblo a la tierra prometida, solo mirarla de lejos. El SEÑOR determinó darle muerte y Él mismo lo enterró “en el valle, en la tierra de Moab” (Números 20:7-13; Deuteronomio 32:48-52; 34:1-6).
10. Es reconocido por su fe en la Galería de Hebreos 11:23-29). El pueblo judío estaba obligado a obedecer a Moisés.
El pueblo fue rebelde e ingrato en contra del liderazgo de ambos siervos. La generación que se rebeló contra Moisés murió en el desierto por su falta de fe (Números 14:1-35). Vimos también que, ante la incredulidad y el rechazo de su pueblo, JESÚS lloró sobre Jerusalén, se lamentó y profetizó la destrucción del templo y de la ciudad. Esto se cumplió durante el asedio de Jerusalén por Tito el general romano en el año 70. (Lucas 19:41-44; Mateo 24:1-2).
Es evidente cómo en el versículo 6, el autor de Hebreos nos advierte que debemos tener cuidado de no dar cabida en nuestros corazones a la incredulidad, de tal suerte que nos mantengamos firmes en la fe que tenemos en nuestro Dios. Y esto me lleva al texto que estamos tomando como referencia de 1 Samuel 15:22: "Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros".
Dios nos muestra en Su Palabra que la humilde, sencilla y concienzuda obediencia a la voluntad de Dios le es más agradable y aceptable que todos los holocaustos y sacrificios. Ninguna cosa provoca a Dios tanto como la desobediencia, al poner nuestra voluntad en oposición a la suya. Vivir en desobediencia al verdadero Dios es equivalente a servir a otros dioses.
Fue la desobediencia lo que nos constituyó pecadores a todos (Romanos 5:19) y enemigos de Dios (Romanos 8:7). Por eso esto me lleva a meditar en la siguiente pregunta: ¿Evidencia nuestra obediencia nuestra confianza en el Señor?
El pueblo de Israel, en su travesía a través del desierto hacia la tierra prometida, dirigido por Moisés, cometió diversos pecados contra Dios; uno de ellos fue la queja constante contra el propio Moisés, la que a su vez era el reflejo de su incredulidad en el Dios que lo había puesto como su líder. Esto lo llevó a desconfiar. El pueblo no perdió su salvación, sino que nunca la tuvo. Nosotras como creyentes no podemos perder nuestra salvación; sin embargo, si podemos caer en pecado y apartarnos de Dios.
Así que, sigamos estudiando, profundizando y aplicando Su Palabra en nuestras vidas y procurando a toda costa vivir vidas sometidas a Él en obediencia, para que nuestra confianza esté siempre puesta en Él sin importar la condición.
Dios les guarde sin caída,
KaterineGenao.
Comentarios