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"Discerniendo en su Palabra para continuar creciendo"




"En verdad, en verdad os digo: un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que le envió."
(Jn. 13: 16).

Continuando con la serie “Expectantes ante Hebreos”, hemos llegado a la porción donde el autor hace una fuerte advertencia a los  creyentes judíos, que estaban bajo persecución por  su fe,   a no alejarse de las enseñanzas  que ya habían aprendido  sobre Cristo. Antes bien debían  crecer en conocimiento, madurar espiritualmente, confiando en lo que Él  hizo y prometió,  pues es  mayor que los ángeles, Moisés, Aarón y su sacerdocio; su reposo para el pueblo es superior al de Josué, pues lleva a la vida eterna en su presencia. Ellos debían oír con atención todo lo previamente expuesto, pero se habían “hecho tardos” para eso (He.5:11-14).   

El autor de Hebreos compara a sus lectores como  “bebés” inmaduros, ya que necesitaban de la leche espiritual de la Palabra. Al parecer ellos aun eran inmaduros, cuando ya debieran  estar comiendo alimentos sólidos y no leche. Ya por el tiempo que tenían en la fe debían ser maestros y no simples aprendices. Es increíble cómo aun en la actualidad vemos este mismo comportamiento en el pueblo de Dios.

Si no vamos a la Palabra con frecuencia para escudriñarla, si no somos intencionales en procurar involucrarnos en estudios y/o cursos que nos ayuden a crecer más en el conocimiento de Su Palabra y llevar a la práctica lo aprendido,  podemos llegar a ser como ellos.  Los días  son cada vez  más  fuertes y difíciles, y debemos estar preparadas para defender con precisión la Verdad del Evangelio ante cualquier persona que quiera confrontar nuestra fe (2Ti 2:15).

Vemos que el creyente maduro requiere un alimento sólido, una formación firme, extensa y profunda en la Palabra de Dios, y además, permanecer en una fe inquebrantable en Cristo Jesús, para poder presentar defensa ante todo el que demande razón de nuestra esperanza (1P.3:15).
Esta madurez requiere tres cosas:

1.      Tiempo para exponerse a la Palabra y conocer los principios elementales del  cristianismo: conocer de Cristo, su nacimiento, su vida en esta tierra, sus enseñanzas, su entrega, su servicio humilde, su sufrimiento en la cruz por nosotras, su muerte, su resurrección y su ascensión a los cielos en gloria como nuestro Gran Sumo Sacerdote y abogado ante el Padre (He.4.14-16; 1Jn. 2:1).  Estos creyentes ya habían conocido todo esto, y en consecuencia debían  estar compartiendo su fe con los demás, siendo de bendición, llevando el mensaje y supliendo las necesidades de  su prójimo, pero era este su caso: En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros, y sin embargo necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido.” (He.5: 12).

2.    Crecimiento en el conocimiento de la Palabra de Dios: “El que solo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho.” ((He. 5:13).  Debían profundizar en relación a lo que Cristo representaba como Sumo Sacerdote Eterno, superior a Aarón, quien intercedería ante nuestro Padre Celestial  por los que ponen su fe en Él, dejando atrás las viejas creencias y prácticas concernientes a su antigua religión. Debían apropiarse del oportuno socorro ofrecido y dispuesto para el que se acercase a Él buscando ayuda. Por medio de su Espíritu Santo conduce a toda verdad, ayuda a crecer en intimidad con él, y a ser santificados.

3.    Experiencia en el uso de la Palabra en discernir entre el bien y el mal: En cambio, el alimento sólido es para los adultos, para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual.” (He. 5: 14).  El discernimiento les permite escoger las decisiones en consonancia con la Palabra de Dios; distinguir  entre lo que es correcto e incorrecto, lo verdadero y lo falso, lo santo y lo profano, lo justo y lo injusto etc. Su facultad de percibir espiritualmente les permite descubrir al vuelo el engaño y la mentira, y a decidir por lo que glorifica a Dios.

Mis hermanas, es importante entender que la madurez  requiere tiempo, estudio, experiencia, discreción en el juicio sobre las verdades bíblicas y su aplicación en las diversas circunstancias de nuestras vidas. Vivir la Palabra es vital  para crecer en madurez cristiana. Podemos exhibir un gran conocimiento bíblico, pero si no lo modelamos con un cambio de vida  evidente ante los demás, no estamos haciendo nada; seríamos simples bocinas, sin  fruto alguno .El creyente inmaduro se vuelve carnal cuando pierde el apetito por la Palabra o se muestra irreverente al Espíritu Santo; no reconoce sus faltas ni se arrepiente, no corrige su caminar. ¡Se vuelve atrás!

Y como decía Cathy en el programa anterior, hay 5 pasos previos que se dan antes de un creyente desviarse:

1.    Deja de leer y estudiar la Biblia.
2.    Comienza a dudar de la Palabra.
3.    Su corazón se endurece.
4.    No es receptivo a lo que oye o lee, justificando el pecado y rechazando la enseñanza.
5.    Prefiere vivir la vida a su manera, ajena a los mandamientos establecidos por Dios.

Entendemos que estos creyentes hebreos, en relación a los cinco pasos dados, estaban en el punto número tres, “Su corazón se había endurecido”, ¿Por qué? Porque habían perdido el apetito por Su Palabra, se habían vuelto lentos en aprender porque habían perdido su interés, no prestaban atención a lo que se les enseñaba. ¡Ojala esta actitud no fuese tan frecuente en nuestras congregaciones!


Después de ver la condición en la que se encontraban estos creyentes, sería bueno que nos hagamos una introspección, preguntándonos lo siguiente, ¿Sabemos que para entrar en el reposo del Señor debemos morir a nosotras mismas? Si no lo has hecho amada hermana, créeme que así es; debemos morir a nuestro “yo”, a nuestros propios anhelos, deseos e intereses  para obedecer en fe al Señor. Somos pecadoras necesitadas de Cristo para poder vivir sabia y piadosamente en esta tierra. Él nos dejó su ejemplo, renunciando a su Trono de Gloria para venir a este mundo, hacerse hombre, aceptando sus limitaciones en obediencia al Padre, se hizo siervo  hasta sufrir la cruz, muriendo en nuestro lugar para lavar nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Además nos modeló lo que es el servicio humilde al lavar  los pies a sus discípulos cuando ya su hora de partir se acercaba, conminándolos a que hicieran lo mismo.

“Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies  unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. En verdad, en verdad os digo: un siervo no es mayor que su Señor, ni un enviado es mayor que el que lo envió. Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis” (Jn.13: 13-17).

Estaremos pasando por altas y bajas en nuestra Fe, pero mi oración es que podamos ir humilladas a los pies de Cristo para confesar nuestro pecado; si hemos sido frías como  estos hebreos y Dios nos ha confrontado a través de esta serie mostrándonos nuestro pecado, entonces volvamos nuestra mirada al invisible, y pidámosle en oración que nos vuelva a Él y ponga en nosotras una mayor pasión por Él y Su palabra.

Dios les guarde sin caída,

Katerine Genao



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