“No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de
los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y muestro misericordia a millares, a los que me aman y
guardan mis mandamientos.”
(Éxodo 20:4-6)
A medida que avanzamos en esta serie, seguimos
profundizando cada vez más en su contenido, para detectar la presencia de dolos
en nuestras vidas; y qué mejor manera de recordar que cada una de nosotras tiene
que ser muy intencional en vivir constantemente rindiendo su pecado al Señor, una y otra vez. En el
programa radial pasado me pareció muy interesante el símil que se hizo en
cuanto a exterminar el comején de nuestras casas. Es tan similar a lo que
debemos hacer para erradicar esos ídolos ocultos que están bien profundos, que son
silentes y devoran las cosas en secreto, en el lugar más recóndito de nuestros
corazones.
No sólo
debemos conformarnos con cavar profundo, exterminarlos en oración y mantenernos
alertas por si acaso el enemigo quiere traerlos a nosotros nuevamente. Como vemos
en el texto bíblico más arriba, Dios le dio un mandato al pueblo de Israel de
NO hacer ídolos de ningún tipo, El sabía la condición de sus corazones que, tal
y como dice Calvino “…Son una fábrica de Ídolos”. Por lo tanto, les advirtió
previamente para que guardaran estos mandamientos, porque El los aborrece,
desde los tiempos pasados hasta la actualidad y en los tiempos venideros.
Nuestro Dios no tiene relación con el pecado ni con nada que se le
asemeje. Y llama hijos del diablo a los que pecan deliberadamente: “Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos
deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se
mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su
propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! (Juan 8:
44).
Esto es
exactamente lo que debemos hacer entonces con respecto a nuestro pecado, el
cual se manifiesta con nuestros falsos ídolos: Debemos ir donde El Señor en
oración, leer Su Palabra, buscar consejo pastoral, para que ellos nos puedan
ayudar a identificar los pecados que dan lugar a nuestros ídolos y reemplazarlos
con la presencia de Dios. Por esta razón, la eliminación de los ídolos no se
produce en un acto único, sino que es un acto continuo que se inicia el día en
que somos salvos, y debe continuar consistentemente mientras tengamos vida en
esta tierra.
Si hay un
pecado que suele ocultarse bien profundo como el comején es el “Orgullo”; si no
estamos constantemente pendientes de su exterminio, él permanece ahí silente, y
causando estragos letales desde las profundidades de nuestros corazones.
Recuerda que, aunque le echemos muchas veces insecticida o veneno al comején, este puede volver; es decir que
tenemos que estar velando constantemente para que nuestra casa o mobiliario
esté libre de insectos dañinos. Así pasa
con nuestros corazones; debemos ser intencionales en remover todas las áreas
que se encuentren arrinconadas en nuestro interior. El orgullo se esconde de
muchas formas; en nuestro servicio a Dios es una de ellas, pues nos creemos
superiores en muchas ocasiones cuando tenemos una vida cristiana de mucha
participación en la iglesia; nos sentimos superiores a otros cuando los vemos
en un nivel espiritual menor. ¡Qué grave error! ¿Y sabes? ¡Esto es orgullo!
Cuando todas las reprensiones amorosas y las advertencias del Espíritu Santo
son ignoradas y el pecado toma raíz, la pena es el castigo, y por último, el
juicio. Dios permitirá la ceguera de los ojos y la dureza del corazón hasta que
se vuelve imposible para el pecador habitual ver su propia depravación. Eventualmente, la dureza de
nuestro corazón se vuelve impenetrable.
Cuando el Espíritu Santo convence a un creyente de un pecado particular
o costumbre, viene una y otra vez con advertencias amorosas. El Espíritu de Dios
es tierno, paciente, amoroso y Él esperará que el creyente responda antes de
que Él traiga disciplina. Él instará continuamente al arrepentimiento a esa
persona a través de Su convicción de amor.
En el proceso de santificación, nosotras
comenzamos a sentirnos importantes y nos olvidamos de que es El Señor quien
está obrando a través de Su Espíritu Santo en nosotras. El orgullo es el pecado
que promueve la mayor cantidad de ídolos falsos, estos nos ciegan y posteriormente
nos roban la libertad que Cristo nos regaló.
Tal y como
comentaban en el programa, David es un buen ejemplo de lo que pasa con un
creyente cuando permite que la idolatría prospere en su corazón. Sus pecados crecieron y escalaron, hasta
llevarle a pecar más allá de lo que nunca se imaginó. El orgullo, la mentira,
el abuso de poder, y el egocentrismo le dominaron a tal punto, que terminó
robando la esposa de otro hombre, a quien mandó a matar luego de adulterar con ella ( Betsabé ).
Al recordar el
caso de David, vemos que fue alguien que pasó años en el campo cuidando de las
ovejas de su familia, mientras meditaba sobre Dios y le oraba. Se estima que David escribió 73 de los 150
salmos de la biblia como resultado de
este intimo tiempo de comunión con Dios.. En 1 Samuel 13:14 vemos cómo Dios se refirió de él: “El
SEÑOR ha buscado para sí un hombre conforme a su corazón, y el SEÑOR le ha
designado como príncipe sobre su pueblo.” David no fue cualquier hombre; recordemos que exterminó a Goliat por
irreverenciar a su Dios; tenía una fe inquebrantable y esto era producto de la
relación que tenía con Dios. Pero en el momento que se desenfocó y dejó que su corazón compartiera el trono de Dios
con otros ídolos, entonces todo se fue abajo. Lo mismo sucede con nosotras,
desde que dejamos que nuestro trono comparta la gloria y el honor que sólo Dios
merece, esto nos trae problemas colaterales. “Yo soy el Señor; ¡ése es mi
nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos.” (Isaías
42:8)
Amadas, Dios es más que claro en Su palabra, Él no comparte Su gloria con nadie más. Es Por ello que debemos ser intencionales en eliminar esos ídolos que luchan con quitar a nuestro Padre del trono que sólo a Él le pertenece. Debemos ser persistentes en mantenernos expuestas a Su Palabra, obedeciéndola e intimando con Dios, para mantenernos con un corazón libre de ídolos.
Dios les
guarde,
Katerine de
Genao
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