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“Ambición de una Madre” (Mateo 20:20-28)



“Y Él le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo*: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.”  (V.21)

Salomé era esposa de Zebedeo, un pescador. Parece que el hombre era acomodado porque tenía jornaleros trabajando para él (Mateo 4:21; Marcos 1:19-20). Era un hombre que compartía la fe de su esposa porque si no, no hubiera dejado que sus hijos dejaran el trabajo y siguieran a Jesús sin poner ningún impedimento. Sus hijos eran Jacobo y Juan. Entonces ¿Por qué decimos que se llamaba Salomé? Porque leyendo los evangelios nos da la clave y nos descubre su nombre. Leamos en Mateo 27:56, aquí nos dice que estaban junto a Jesús en su muerte María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. En Marcos 15:40-41 nos dice que estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé. En Marcos 16:1 en la resurrección, las mujeres fueron a ungir a Jesús con especias aromáticas, y se mencionan a: María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé. En Juan 19:25 se mencionan a María la madre de Jesús, la hermana de su madre, María mujer de Cleofás (que es la madre de Jacobo el menor y de José) y María Magdalena. Luego comparando a todas estas mujeres parece ser que Salomé era la hermana de María la madre de Jesús y la mujer de Zebedeo y la madre de Jacobo y Juan. Como consecuencia era la tía de Jesús y, Jacobo y Juan eran los primos de Jesús.

Era una buena discípula de Jesús, sus hijos eran apóstoles de Jesús, toda su familia amaba y servía a su Señor. Y viene ante Jesús con una petición muy clara (v.21). Quería que sus hijos se sentaran uno a la derecha y el otro a la izquierda de Cristo cuando estuvieran en su reino. Su petición venía de un celo o amor maternal que no era sano ni bueno. Aparentemente ella pide algo muy bueno, quiere que sus hijos estén lo más cerca del Señor que sea posible, y seguro que esa era su intención. Es como si pensara que después del Señor las personas más espirituales y dignas de estar a la derecha y a la izquierda del Señor eran sus propios hijos. (Típico de una madre)

Esto nos dice mucho acerca de la posición de Salomé como de su carácter. Por un lado, sabemos que era una mujer acostumbrada a tomar iniciativas, celosa de sus hijos e inclinada hacia el poder. Por otro lado, observamos en el mismo pasaje no sólo que era devota y fiel hacia Jesús, sino que tenía un testimonio  temprano de él como el Mesías y un reconocimiento completo de su majestad y autoridad.

A veces nosotras también podemos caer en este error, amamos tanto a nuestros hijos que no somos objetivas y quizás queremos que estén en posiciones que no les corresponden. Con la excusa de servir al Señor, los incitamos, e incluso presionamos a que hagan cosas que ni son de fe ni es la voluntad de Dios. Tenemos que dejar que sea Dios mismo, si Él quiere, el que ponga a cualquier persona en alguna responsabilidad o liderazgo, pero no forzar la situación. “El amor es ciego, y el de una madre más”. Entendemos que Salomé no sabía lo que realmente le estaba pidiendo a Jesús (v.22). Ella quería puestos de honor para sus hijos, pero Jesús le enseñó su error y no la reprendió.  Parafraseando: “Mujer no tienes ni idea de lo que estás pidiendo. Estás pidiendo gloria y no te das cuenta que la gloria es sufrimiento.” ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? (v.22)

Santiago y Juan contestaron con mucha rapidez y ligereza, “podemos” (v.22). Había excesiva confianza, Jesús confirmó que probarían la copa y la probaron, no como Él, pero la probaron. En Hechos 12:2, se nos narra cómo Santiago murió, fue el primer mártir entre los apóstoles. Juan fue el único apóstol que no murió como mártir pero tuvo que pasar por muchas pruebas, fue exiliado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis.

En ocasiones el amor por nuestros hijos nos puede cegar pero no podemos señalar a esta mujer por este acto de que ella no era una mujer digna de imitar, al contrario. Salomé parece haber sido una discípula de Jesús desde el comienzo de su ministerio público (Mateo 27:55-56). Era una de las mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalén y le servía. Es un viaje de más de 100 km. que seguramente lo hizo andando y en condiciones muy difíciles. Salomé y su esposo prepararon a sus hijos para seguir a Jesús. Ellos tuvieron una influencia e instrucción en el hogar, que se ve por la devoción que tenían a Jesús y los dos llegaron a ser apóstoles.

Ella estuvo presente en la muerte de Jesús. Cuando todos los apóstoles (menos Juan) le abandonaron en la crucifixión, Esta mujer junto con otras más permaneció al lado de su Señor, viendo el sufrimiento y el dolor que Jesús estaba experimentando por amor a ellos (Marcos15:40 -41). Salomé también estuvo con las mujeres cuando vinieron a la tumba de Jesús para ungir su cuerpo con especias aromáticas, como era la costumbre (Marcos 16:1). Allí recibieron por medio de ángeles la noticia de que Jesús había resucitado ¡Su Señor estaba vivo! ¡Qué privilegio recibió! Fueron las primeras en saber la buena noticia y salieron gozosas de la tumba para compartir la verdad de la resurrección. Si nos comparamos con esta mujer, ¿Qué hemos dejado atrás? ¿Qué hemos sacrificado? ¿Hasta dónde hemos seguido al Señor? ¿Hasta dónde llega nuestro compromiso? ¿Qué hemos hecho nosotras o estamos haciendo para servirle? ¿Cuánto amamos a nuestro Señor? Mientras más le amemos, más le serviremos.

Nuestro deseo es que nuestra ambición sea la de servicio y entrega, sin quejas ni murmuraciones, sin pensar “yo hago mucho y otras no hacen nada”. Que no te importe lo poco o mucho que hacen las demás, tú sirve, entrégate como se entregó tu Señor, y deja el resultado a Él. Hazlo por motivaciones correctas, no para alcanzar posiciones en la iglesia o para que te reconozcan, sino con humildad y por amor al Señor.

Recuerda: ¿Quieres honor y poder? Sirve!  ¿Quieres estar cerca del Señor? Sirve! ¿Quieres ser la primera? Sirve!

Katerine Fdez. de Genao


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