(1
Pedro 2:21)
“Porque
para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por
vosotros, dejándoos[p] ejemplo para que sigáis sus pisadas…”
Como mujeres cristianas estamos llamadas a consagrar nuestro
caminar y seguir las pisadas de nuestro Señor Jesús constantemente, en base al
ejemplo que El no dejo. En versos anteriores el apóstol Pedro nos recuerda que
para este propósito tu y yo hemos sido creadas y llamadas, a estar sujetas a
nuestros superiores con respeto y sobre todo a no pagar mal por mal cuando lo
recibimos.
En tanto que el Señor Jesús es el gran tema de todas las
Escrituras, con todo, cada distinta porción nos presenta algún aspecto especial
de Su Persona u obra. Cuán bueno será
para cada una de nosotras atender dicha exhortación y responder a Su compasiva
invitación.
Ahora el apóstol nos pasa esta palabra a cada una de nosotras al
decirnos: “Que sigamos Sus pisadas.” En el cristianismo y aun entre las
verdaderas cristianas, esta verdad es usada de una manera vaga y descuidada
debido a que no todas queremos hacer Su voluntad.
Siguiendo el contexto del texto, el Apóstol habla directamente a
un grupo cristiano no a inconversos. Es pues evidente que en esta Escritura no
hay ninguna exhortación para que un pecador siga Sus pisadas con miras de
obtener la salvación.
El mundo le ofrece al hombre sus caminos para que transite
por ellos y siga sus pisadas. Por lo general son "puertas anchas" más
fáciles para seguir y sus ofertas para una vida feliz y placentera, son
atractivas y no requieren de demandas o sacrificios. La humanidad ha encontrado
a través del "camino ancho" una vida "sin complicaciones",
cuando tiene que compararla con las demandas que Dios le hace para que siga las
pisadas de su Hijo.
Entonces cuando hablamos de la vida cristiana nos referimos
a un llamado para andar en un nuevo camino. En este caso el modelo a imitar y
seguir no es de acuerdo al molde que el mundo nos ofrece. Nuestro modelo a
seguir es Cristo.
Hoy día la gente tiende a imitar a sus héroes representados
por el deporte, el cine, la música, las letras o las artes. Sin embargo el
cristiano tiene más que un héroe en Jesucristo. Su vida ejemplar, sin tacha
alguna, es la mejor garantía para guiar y orientar la vida. La convocatoria de
Pedro es para que sigamos sus pisadas. El experimentó el dolor de no hacer esto
en una de las etapas más difíciles y oscuras de su vida.
En el momento cuando el Maestro necesitó más que su
discípulo le siguiera de cerca por los terribles sufrimientos que se le
avecinaban, éste le negó tres veces. De modo que nadie tuvo más autoridad para
presentarnos tal llamado como lo hizo este apóstol. El aprendió por experiencia
los terribles efectos de seguir otras pisadas; a lo mejor las de la propia
conveniencia y la de evitar los riesgos que implica seguir a Jesús de cerca.
Pero también experimentó el gozo de seguir a Jesús
renunciando a si mismo. El Pentecostés fue testigo de un hombre que siguió las
pisadas de Jesucristo. El libro de los hechos nos habla de un hombre que estaba
dispuesto a morir antes que renunciar a seguir a Señor. Fue el quien dijo a los
que pretendían prohibir hablar en ese Nombre, estas palabras: "Juzgad si es justo delante de Dios
obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que
hemos visto y oído" (Hch. 4:19b). El cristiano no debiera poner sus
pies en otras huellas que no sean las de su Salvador, Señor y Maestro. Es
verdad que esto tiene una demanda muy grande, pero ninguna otra cosa traerá más
satisfacción a la vida que el seguir sus huellas.
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