A continuación otras diferencias entre las personas agradecidas y las ingratas:
1. Estoy lleno, ¡Gracias!
Es completamente cierto que un corazón agradecido está completamente lleno, mientras que un corazón desagradecido está completamente vacío.
¿Qué tan llenas estamos de Dios? ¿De gratitud? ¿Reflejan nuestras vidas un vacío que nos lleva a ser desagradecidas con nuestro Dios? Es bueno pensar en el apóstol Pablo, quien se encontraba en un calabozo, privado de todo -menos de lo más importante en la vida - y aun en medio de esa terrible dificultad escribió: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno.” (Fil. 4:18)
El tenía razones suficientes para NO estar agradecido pero eligió estar lleno en Cristo, decidió estar rebosado de gratitud en medio de su dificultad. La diferencia entre estar lleno y vacío, por lo general, no es ser rico o pobre, estar en nuestra tierra o exiliados, con la despensa repleta hasta el tope o con apenas unas latas de sopa y fideos. LA DIFERENCIA ES LA GRATITUD. Muchas veces la gratitud es la única diferencia entre la tristeza dominante y la satisfacción genuina.
2. Para mí está bien
Las personas con un corazón agradecido se contentan fácilmente, mientras que las desagradecidas están sujetas a la amargura y el descontento. Si somos mujeres agradecidas nos contentaremos con mucha facilidad, pero si elegimos ser desagradecidas fácilmente seremos prisioneras de la amargura.
Matthew Henry en una ocasión dijo: “Cuando no tenemos respuesta a la tristeza y el temor, podríamos recurrir a esto: Gracias a ti, Oh Señor.”
3. Una cura segura para la queja
Un corazón agradecido se manifiesta y expresa mediante palabras de gratitud, mientras que un corazón desagradecido se manifiesta con murmuración y queja.
En una ocasión un grupo se dirigió de Carolina de Norte al Caribe en un viaje misionero debiendo enfrentar la diferencia de cultura y clase social. En una de las aldeas se encontraba un grupo de personas leprosas, y el pastor de aquel grupo de misioneros dirigió un servicio para esas personas, si nos imaginamos el panorama no era normal y mucho menos los miembros de aquel servicio. La vista humanamente era deprimente. Pero tuvieron un tiempo de alabanzas hermosísimo y antes de terminar el pastor le pregunta al grupo de visitantes leprosos si había algún himno favorito. Entonces de la última fila levanta la mano una señora que por las deformidades en su cuerpo casi ni se podía distinguir pues ya no tenía nariz, ni labios simplemente con los dientes fuera de su rostro, y solicitó el himno “Bendiciones, ¿Cuántas tienes ya?”
El pastor bajó del púlpito y sale del lugar con lágrimas en el rostro debiendo continuar el servicio, otro de los hermanos y cantaron la alabanza. Otro de los misioneros que trataba de consolar al pastor, le preguntó: “Seguramente, no podrás volver a cantar ese himno, ¿verdad?” Y él le respondió: “Sí, lo cantaré pero nunca de la misma manera”. Aquella mujer leprosa con su rostro desfigurado, no dejó que la enfermedad afectara la condición de su corazón y eligió ser agradecida, mientras tantas mujeres desagradecidas se distinguen por las protestas, quejas, murmuraciones y lamentaciones.
4. Quiero lo que EL tiene
Las personas agradecidas son una fuente refrescante de vida, mientras que las desagradecidas arrastran consigo a otros a las aguas estancadas de su egoísmo, exigencia y desdicha.
Esto no significa que en ocasiones no sea conveniente contar nuestros problemas a una amiga que se interese por nosotras y nuestro bienestar, o que no debamos responder automáticamente que estamos bien para no dar mucho detalle de nuestra condición. Sino que antes de hablarle de nuestros problemas a alguien, primero le digamos cuán bendecidas hemos sido de ser hijas de un Dios vivo.
Nada es más contagioso en nuestro hogar, trabajo o en cualquier lugar que un corazón alegre, un corazón agradecido. Eso motiva a los demás a querer conocer qué es lo que tú tienes que te hace estar tan feliz, tan llena de gratitud pudiendo ser una brecha que Dios abrirá a través de ti para guiar a los demás a Él.
Bendiciones,
Kate
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