Es muy notorio ver en las revistas locales e internacionales como foto de portada a “Mujeres exitosas”, “Mujeres emprendedoras” o “Mujeres de hierro”, pudiera seguir indicando algunas más, pero ver esas portadas me atemoriza. Hace algunos años cuando salí de la universidad tenía mi vida programada, a los 25 ya tendría mi maestría fuera del país y antes de los 30 estaría casada, con hijos y sería una mujer exitosa en el ámbito laboral. Al ver que los años pasaban y algunas de estas “metas” no se fueron cumpliendo en mi reloj de vida empecé a frustrarme.
¡Cuán errada estaba al inicio de mis 20 enfocándome en un rol de la mujer que no es el instituido por Dios! Es triste y desconcertante ver cómo en la actualidad no se admiran las mujeres por ser reverentes y moderadas, o modestas y castas, o gentiles y calladas; ni por amar a sus esposos e hijos, por mantener sus casas limpias y bien ordenadas, por cuidar de sus padres ancianos, por proveer hospitalidad.
El éxito que como mujeres cristianas deberíamos aspirar conforme a la Palabra de Dios, es el de Tito 2:3-5 “Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”
Definitivamente es difícil ir contracultura en estos tiempos. A veces siento que algunas mujeres incluyendo las de mi familia me juzgan por el hecho de que quiero estar en casa criando a mis hijos y cuidando de mi futuro esposo cuando me dicen: “¿Y solo a eso es que aspiras?”, “Eso es lo que le enseñan en su iglesia”, “Yo no puedo estar trancada en una casa”. Me entristece escuchar estos comentarios y ver cómo mis contemporáneas están enfocadas en el éxito laboral y no en invertir tiempo en aquellas cosas que nos ayudarán a crecer como mujer y nos prepararán para nuestro futuro. No quiero decir que no debamos estudiar o crecer laboralmente, simplemente que ésa no debe ser nuestra prioridad.
Hace algunos años oré a Dios y le pedí que pusiera este sentir en mi corazón, hoy no me arrepiento de haberlo hecho y le pido a El que me dé sabiduría para que, en un futuro, si es Su voluntad que forme mi propia familia, pueda honrarle y sentirme plena en saber que estoy viviendo el verdadero rol para el cual El me diseñó.
Bendiciones,
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