“Todo a Cristo yo me rindo, Con el fin de serle fiel; Para siempre quiero amarle, Y agradarle solo a Él...” Estas son las letras de uno de los himnos mas cantados en la historia de la iglesia. Aquellos que han tenido la oportunidad de cantar himnos del himnario de gloria; este “YO ME RINDO A EL”, para mi es uno de los mas hermosos que he escuchado en mi vida de cristiana. La traducción no permite revelar toda la fuerza y la gracia que define su título expresado en el idioma inglés original: “I Surrender All” (Yo lo rindo todo).
Este himno fue escrito por Judson Van de Venter mientras que él recordaba el día que había entregado su vida a Cristo y se había dedicado totalmente al servicio cristiano. “Durante mucho tiempo había luchado entre desarrollar mis talentos en el campo del arte y entrar a tiempo completo al trabajo evangelístico. Finalmente, las idas y venidas de mi vida concluyeron y en un día entregué toda mi vida a los piés del Señor Jesucristo”. “Me hice Evangelista y descubrí, en el fondo de mi alma una vocación desconocida para mí. Dios puso una canción en mi corazón, y tocando una suave melodía me hizo cantar”. Judson Van de Venter
Que poderosas palabras que han marcado mi vida, que difícil es rendirle todo a Cristo cuando deseamos nosotros tener el control de nuestras vidas. Pero qué hermoso y edificante es cuando sobre el altar de Dios rendimos ante EL nuestras vidas con el fin de serles fiel, de amarlo para siempre y agradarle en todo lo que hagamos. Cuando estamos postrados a sus pies y decidimos dejar a un lado todos los placeres de esta carne caída y decidimos seguirle de todo corazón; esto es glorioso.
La mayor adoración y el mayor servicio a Dios posibles ocurren cuando obedecemos la súplica del apóstol Pablo en romanos 12:1 “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”. El cristianismo sin este principio de rendición de corazón a nuestro Señor vivo es una contradicción de la esencia misma de lo que es seguir a Jesús. Ya que después de haber rendido nuestras vidas a Cristo como salvador y Señor, ahora debemos aprender lo que significa poner en práctica una vida de rendición, decir continuamente “No” al yo y “Si” a Dios.
Toda mi vida le pertenece a Dios, mi dinero, mi carrera, mi familia, mi esposo(a), mis hijos, mi cuerpo, mi tiempo; TODO.
Cuando jugamos a ser el “rey”, cuando insistimos en establecer nuestro propio reino y sostener nuestro derecho a gobernar, nos colocamos inevitablemente en guerra con el Dios soberano del universo, una batalla, en la que no tenemos posibilidad de ganar. Cuantas veces no he luchado yo con esto y no dejar que sea el Señor que tome las riendas de mi vida, y cuando reconocemos que El es el Creador de todas las cosas y nosotros simplemente somos sus criaturas, de que El es Eterno y nosotros finitos, de que El es Todopoderoso y nosotros no; de que EL no necesita a nada ni a nadie, y nosotros dependemos de EL para respirar (Hch. 17;24-25)
Al entender esto nos damos cuenta de que el ondear la bandera blanca no significa “me rindo”, sino “al fin la victoria”. ¿Porque la victoria?; porque he decidido rendirlo todo ante quien tiene el Poder de tomarlo Todo.
Al inicio de esta meditación iniciamos con unas cuantas palabras de ese himno tan hermoso “Yo me rindo a EL”, y ahora para despedirnos les dejo unas pocas palabras más para que meditemos en su presencia y decidamos entregarle TODO A EL… “Todo a Cristo yo me rindo, Sí, de todo corazón; Yo le entrego alma y cuerpo, Busco hoy su santa unción.”
Bendiciones a todos con amor,
Kat.
Himno: I Surrender All (Yo me rindo a El)
Escrito por: Judson Van de Venter
Arreglos: Winfield S. Weeden
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