"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad"
(1 Juan 1: 9).
Es maravilloso saber que Dios tiene un plan perfecto para nosotras, pero por momentos nuestro pecado no nos deja ver esta gran verdad con claridad, la cual nos permitiría descansar al internalizar y aceptar que todo lo que sucede en nuestras vidas responde a Su plan.
Al ver el análisis sobre la
vida de Moisés que las hermanas realizaron
en el programa “Mujer para la Gloria de Dios”, me gustaría sacar algunas cosas puntuales
que nosotras podemos aprender de la vida de este hombre:
1. 1. Cuando Moisés pudo tener un encuentro con Dios y
rendirse a Él, este tiempo
le enseñó a oír bien la voz del Señor, y lo más importante es que le ayudó a
desarrollar una vida de intimidad con Él.
2. 2. Dios le permitió
experimentar las consecuencias de sus
pecados para moldearlo a Su imagen.
3. 3. Moisés adquirió muchos conocimientos en su juventud al pertenecer a la
familia del Faraón de Egipto, sin
embargo, es Dios quien nos da la sabiduría que necesitamos para vivir en Su
presencia.
4. 4. Moisés aprendió que el conocimiento no es
suficiente, sino que es necesario el discernimiento para saber, no solamente lo
que se debe, sino también definir el cómo y cuándo podemos hacer lo que hay que hacer en cualquier
situación; esto es…sabiduría, saber
aplicar las verdades y directrices que el Señor nos da en su Palabra.
5. 5. La consecuencia de su pecado lo llevó a salir de
esa ciudad que le brindaba todas las comodidades y seguridad que él entendía
eran las mejores, pero la
realidad es que la única seguridad que tenemos está en el Dios eterno, un Dios
que nunca cambia, un Dios que está a nuestro favor. Como un ejemplo, valoremos el cuidado y la Gracia Divina que
acompañó a Moisés en su huida. El haber actuado correctamente y haber
defendido de unos pastores a las siete
hijas de Jetro sacerdote de Madián, le
permitió ser reconocido por éste, quien a pesar de ser Moisés un extranjero y un desconocido, le recibió, le hizo parte de
su familia, y más aún, le concedió su hija Séfora como esposa (Éx.2: 16- 21).
6. 6. Moisés
aprendió que el esconder un error no lo borra. Si escondemos la verdad,
caminamos con Satanás y entonces hay muy poca esperanza de salir de la
situación con bien. Esto quedó demostrado cuando su homicidio quedó descubierto
y Faraón lo buscaba para matarlo, por lo cual tuvo que huir, y se fue a la
tierra de Madián (Éx. 2: 11-15).
7. 7. Moisés necesitaba tiempo para crecer, madurar y aprender a
ser manso y humilde ante Dios, y esto lo
fue alcanzando en el desierto por todo lo
que tuvo que vivir y enfrentar. En Números
12:3 se le reconoce este cambio:
“(Moisés era un hombre muy humilde, más
que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra.)
8. 8. Dios, como el Alfarero, tomó un hombre impulsivo, con un temperamento fuerte, y comenzó el proceso de moldearlo y transformarlo en el instrumento perfecto que Él iba a usar según su plan (Jer.18: 2-6; Ro.9:21; 2Ti.2: 20-21; 2Co.3:18; He.3:5).
Aplicaciones para nosotras:
1. 1. Necesitamos confesar ante Dios nuestro pecado. Debemos ir ante el Señor y renovar nuestra relación con Él (1Jn. 1:9; Is. 1:16-18; 43:25-26).
2. 2. Nuestro amado Dios es
capaz de perdonarnos, redimir nuestro pecado y usarnos de nuevo como lo hizo
con Moisés; esto es si dejamos atrás el mundo y comenzamos a caminar en
obediencia con Él (1Jn. 2:15-17; Stg.4:
4).
3. 3. No dejemos que la vorágine de nuestros días nos
arrope y nos frustre al ver que no hemos logrado todas nuestras metas; ¡hagamos una pausa y meditemos! ¡Si Dios está en control y tiene un plan para cada una de nosotras,
busquemos cuál es Su voluntad personal para nuestras vidas y rindámonos a Él,
para que Él pueda utilizarnos para Su gloria!
4. 4. Recordemos que no podemos escondernos de Dios (Sal.139:7; Jer.23: 24). ¡La vida de pecado es como estar en un lugar sin salida y Dios está esperándonos, no para castigarnos, sino para perdonarnos! ¡Abogado tenemos en el cielo, a Jesucristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote! (1Jn.2:1-2; He.4:14-16).
Ahora me gustaría que nos preguntemos: ¿Vemos a Dios como el Dios de las segundas oportunidades? ¡Definitivamente sí! Cuando nos levantamos nuevamente, Dios utiliza estas caídas para mostrarnos que necesitamos de Él, que fuera de Él no somos nada, que nuestras vidas dependen absolutamente de Él, pero sobre todo, que Su inmenso amor está ahí para guiarnos de la mano en esta nueva oportunidad que nos brinda para vivir una vida conforme a Su plan y no al nuestro.
Recordemos que Su plan es mayor, es mejor, es
perfecto, pero sobre todo que es para nuestro bien y para que Su nombre sea
glorificado (Ef. 1: 3-6; 2:10; 1Co.10:
31; 1P.4:11).
¡Dios les
guarde sin caída!
Katerine
Genao
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